viernes, agosto 26, 2005

amores perros

Me siento romántico, demasiado romántico. Tanto como este poema que se cruzó en mi vida hace algunos meses.


Atraidos por el olor a sangre de sus entrañas
los cachorros siguen a la perra en celo como si fuesen el séquito
de una reina negra, y la olfatean en un movimiento impúdico
que tal vez merece ser llamado de amor.
La perra finge que la persecución la incomoda
y hace carantoñas como las mujeres cortejadas.
Un olor penetrante de vida la acompaña
entre dos soles que limitan el paso del día.
De noche, cuando la encierran en el granero,
los cachorros quedan afuera, desolados y fieles.
Y sus quejidos en la oscuridad nos enseñan
que el amor es una pasión inútil, una puerta cerrada.
Lédo Ivo

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