lunes, octubre 03, 2005

silencio que todo lo oyes

Xavier Villaurrutia.
Silencio
que todo lo oyes como los niños tímidos.
Estoy en un rincón y me pierdo...
Sí, a veces es una desdicha escribir y darse cuenta de las cosas. Hay veces que la caida de una hoja me hace llorar.
Y las personas de aquí para allá. En las paradas de los autobuses, hojean el periódico, se rascan la cabeza, otros más van a un centro comercial y se compran un suéter.
Y yo, desde los rincones, oyendo todo, padeciendo todo.
Una mujer se sienta en el último asiento del vagón y se carcajea hasta los huesos, algunos pasajeros se bajan ofendidos. Pero ella sigue riendo. Ríe y ríe.
Hasta que la policía arroja su cuerpo hilarante a la calle. Ja ja ja ja.
Un perro se mira en el espejo, se fija que la corbata esté perfectamente anudada. El traje perfumado y planchado. Le cuesta cada vez menos trabajo caminar en dos patas. Saluda de dos ladridos al carnicero, con el que se ha reconciliado desde que no se tira en la banqueta a esperar trozos de carne. Es un perrito como ninguno, dice el carnicero a sus clientas mientras aplana los bisteces de aguayón con un gesto de esperanza. Ya en el departamento de recursos humanos deja caer del hocico su currículum sobre el escritorio. Tiene el empleo: un flamante perro de ataque.
Y yo en los rincones, como el silencio, que flota, que se hunde, que se expande, que abarca.

Estoy bien, sólo es el mundo lo que me pesa, lo llevo anclado como un llavero. Lo llevo puesto como un traje.

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