sábado, octubre 29, 2005

el pequeño sucio y triste evangelio de la poesía contemporánea que se convierte en vacío

Pero claro esto es un ejercicio automático empezando porlaprimera letra, la segunda. elespaciador. el pequeño espaciador demierda, que se traba, que se enoja conmigo porque no hablo demujeresdesnudas, de clítoris. Clicktoris. nalgas. El quiere masturbarse con la A, con sus piernas muy abiertas al follar. vamos a hacer un verso endecasílabo. que se veabien elhorizonte claro dela bohemia nocturna en la quelos escritores son parisinos. vino tinto. quiero estar sentado en un crucero de laciudad deméxico. con unapluma,con una hoja. quiero limpiar mis dedosdesangre, desangre encerrada, en elpequeño y triste ojo de las avenidass que circulan mientras los automóviles se quedan parados. Quiero decitr que tengo hambre. que me duele el dedo meñique del corazón. Quién es el prmer presidente de la república. quisiera volver al feliz tiempo de la primaria. Seguro le agarraría las nalgasami maestra desegundo grado. Y entonces el marchito abuelo se quedó dormido, pensando en lo que habría podido escribir a los 24 años.

miércoles, octubre 19, 2005

confín

Quizás debiera desaparecer, perderme en un pasillo del metro, arrejolado, en cuclillas, Y escribir frasecitas que a nadie tocan.
Quizás sería lo más prudente, perderme un rato. Mientras afuera el mundo cambia.
Ver a las mujeres,sus culos gordos, flacos, macizos o guangos. Y que el azar no llegue nunca. Que yo lo espere todo. El amor, la esperanza, la libertad.
¿Qué importa todo esto?
Que nadie llore mi partida.
Sí, desaparecer un tiempo, que las uñas me crezcan, que las palabras se me olviden, que se me caigan los dientes.
Qué inútil es todo esto.

domingo, octubre 16, 2005

autorretrátame


autorretrátame el aliento
la conciencia y el índice
Que no olvide yo mi función en esta tierra

martes, octubre 11, 2005

paisaje de escritor

Piénsese en la pared como en una hoja.
Que hablen ambas.

yo

lunes, octubre 10, 2005

fragmento

de pequeño creía que el universo se reducía sólo al pedazo que mis sentidos captaban: el ruido motorífero del refrigerador en la cocina, las imagenes de las caricaturas en el televisor, apenas el espacio comprendido desde el último sillón hasta
la cocina.

15 años después sigo pensando de la misma manera.
Aunque más que un pensamiento es una sensación.

Ahora mismo lo siento: el universo es un cubículo de la universidad y hay monitores, teclados, cuerpos que transparenta el vidrio, logotipos, tuercas, lámparas, páginas de libros a mi espalda, el sabor amargo de los jugos gástricos que el estómago ha decido hacer reptar por el esófago hasta las papilas.
Ustedes, lectores, no existen, no caben en el universo.
Sí, sé que hay mundo allá fuera, desconocido (pasillos, puertas, escaleras, tal vez)
Tal como los científicos hablan de galaxias lejanas y envían señales esperando respuesta de otros mundos.
Tal es la lógica de mi escritura.

nos han quitado la muerte (lamento de un azteca nostálgico)

Nos han quitado la muerte
el tiempo cósmico
la pirámide.
El sol.

Nos han dejado la vida
y el reloj atado a la muñeca
la
prisa.
Las ruinas
debajo y arriba y a los l a d o s
de una catedral
las ruinas.

La cruz

Por la señal de la santa cruz.

Han dejado la sangre esparcida.

domingo, octubre 09, 2005

paisaje verbal

Respirar

uñas tallos pescuezos

testículos homóplatos branquias
falanges antenas tobillos

alas muñecas labios
corneas pómulos cutículas
úteros ventrículos rabadillas

trompas de falopio cabellos hocicos raíces

Deglutir fornicar

duodenos pestañas glúteos

sumergir

adherirse con las hojas los tentáculos
con el pulmón la savia y la clorofila
con el hígado los ojos

aferrarse al sol la lluvia
renegar del silencio y la sombra

aletear rugir
cantar y florecer

Que el verbo retoñe que vuele que corra

jueves, octubre 06, 2005

tlamatinime


Y el hombre sabio -los brazos apoyados en la cabeza, el gorro de la verdad, la mirada más allá de la concurrencia- dijo:
-Los hombres vacíen los bolsillos sobre aquellas cestas de mimbre y retirense más allá de dos noches. Las mujeres despójense de sus ropas y muestrenme de cerca sus carnes . Las mozas apartense del resto, igualmente desnudas y adopten la postura de los cuadrúpedos, ahí justo detrás de los matorrales. Los niños hagan lo que quieran, toda vez que sea lejos de mi vista.
Y la multitud atenta así lo hizo.

martes, octubre 04, 2005

escribiendo una novela

Sí, escribo una novela...

Y me doy cuenta que las pocas mujeres que han estado conmigo se alejan de uno u otro modo. En el mensajero una de ellas me dice que ojalá esté bien, pero que lo mejor es no vernos más.

Al diablo.

Algo tendré malo.

Y las palabras que vomito. Esto no es literatura. Esto no es nada. Pequeñas y míseras palabras que van de aquí para allá, sin asirse a nada. Porque su dueño no tiene la valentía de vivir. Porque es incapaz el puto de estar con sus contemporáneos.

¿Y la novela? Ahí va la novela, según el profesor, el autor abusa de los adjetivos, pero fuera de eso lleva buen ritmo narrativo.

Una novela que no dice nada. Hecha al vapor para cumplir con un requisito académico.

Tal es mi literatura. Que las mujeres, que las palabras se alejen de mí.

lunes, octubre 03, 2005

silencio que todo lo oyes

Xavier Villaurrutia.
Silencio
que todo lo oyes como los niños tímidos.
Estoy en un rincón y me pierdo...
Sí, a veces es una desdicha escribir y darse cuenta de las cosas. Hay veces que la caida de una hoja me hace llorar.
Y las personas de aquí para allá. En las paradas de los autobuses, hojean el periódico, se rascan la cabeza, otros más van a un centro comercial y se compran un suéter.
Y yo, desde los rincones, oyendo todo, padeciendo todo.
Una mujer se sienta en el último asiento del vagón y se carcajea hasta los huesos, algunos pasajeros se bajan ofendidos. Pero ella sigue riendo. Ríe y ríe.
Hasta que la policía arroja su cuerpo hilarante a la calle. Ja ja ja ja.
Un perro se mira en el espejo, se fija que la corbata esté perfectamente anudada. El traje perfumado y planchado. Le cuesta cada vez menos trabajo caminar en dos patas. Saluda de dos ladridos al carnicero, con el que se ha reconciliado desde que no se tira en la banqueta a esperar trozos de carne. Es un perrito como ninguno, dice el carnicero a sus clientas mientras aplana los bisteces de aguayón con un gesto de esperanza. Ya en el departamento de recursos humanos deja caer del hocico su currículum sobre el escritorio. Tiene el empleo: un flamante perro de ataque.
Y yo en los rincones, como el silencio, que flota, que se hunde, que se expande, que abarca.

Estoy bien, sólo es el mundo lo que me pesa, lo llevo anclado como un llavero. Lo llevo puesto como un traje.