Viajando en un autobús sobre periférico sur, cuando la luz del sol debía ser suplida por focos y lámparas, el cielo rojizo y como despidiéndose; los rascacielos a uno y otro lado de la carretera, con los cristales permitiendo ver la vida íntima de oficinas, escritorios que esconden empleados y sostienen tazas de café y vapor; hoteles de cinco estrellas, automóviles último modelo y la noche que avanza como un lector asiduo sobre las páginas de una novela.
Y en la mano un libro, frente a mí otro universo, también con múltiples ventanas y focos y noches.
Le habló de todo eso la maga, que se había despertado y se acurrucaba contra él maullando soñolienta. La Maga abrió los ojos, se quedó pensando.
-Vos no podrías -dijo-. Vos pensás demasiado antes de hacer nada.
-Parto del principio de que la reflexión debe preceder a la acción, bobalina.
-Partís del principio -dijo la Maga-. Qué complicado. Vos sos como un testigo, sos el que va al museo y mira los cuadros. Quiero decir que los cuadros están ahí y vos en el museo, cerca y lejos al mismo tiempo. Yo soy un cuadro, Rocamadour es un cuadro. Etienne es un cuadro, esta pieza es un cuadro. Vos creés que estás en esta pieza pero no estás. Vos estás mirando la pieza, no estás en la pieza.
-Esta chica lo dejaría verde a Santo Tomás -dijo Oliveira.
-¿Por qué Santo Tomás? -dijo la Maga-. ¿Ese idiota que quería ver para creer?
-Sí, querida -dijo Oliveira, pensando que en el fondo la Maga había embocado en el verdadero santo.
Feliz de ella que estaba dentro de la pieza, que tenía derecho de ciudad en todo lo que tocaba y convivía, pez río abajo, hoja en el árbol, nube en el cielo, imagen en el poema. Pez, hoja, nube, imagen: exactamente eso, a menos que...
¡Por Dios!¿Estoy dentro o fuera de la pieza?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario