martes, abril 01, 2008

luces en la marquesina

Estoy viendo llover, con qué pericia los utileros han dispuesto las mangueras en lo alto del escenario, tan escondidas; las gotas son de plástico, no mojan, claro está. Una niña da vueltas en la explanada con fingida libertad, se divierte con lo que parece ser la brisa más alegre de la función. Los carpinteros han construido el cascarón de un alto palacio que simula ser de mármol. Extras entran y salen obedientes del libreto. Una mujer (una marioneta) se sienta a mi lado, y yo quiero aplaudirle porque qué bien figura estar a mi lado. Y me siento satisfecho porque represento el papel de un doliente poeta en un rincón que llena con caracteres de mentiras una hoja en blanco. Más allá de la explanada carros de unicel juegan a rebasarse. Una fea sirena aulla en el toldo de una ambulancia, sin duda el efecto de sonido que anuncia la llegada de un mal augurio, un engaño al ingenuo público, pues en verdad se acerca alguna gracia del payaso: la carcajada como clímax del espectáculo; así vendrán los vítores, los aplausos. Luego caerá el telón por el arte de los tramoyistas, alguien apagará en mi espalda las baterías, y caeré al suelo, tal vez todavía con algo de poética y ensayada gracia.
A Valeria